Taperoá - Paraíba
Siempre sospeché que a ÉL le gustaba la fotografía…
¡Y doy las gracias diariamente por eso!
En 1989 me graduaba del colegio Santo Agostinho, en Leblon (RJ). Frente a una hoja de papel que intentaba determinar mi destino, marqué una “X” en un cuadradito donde, al lado, se leía: Ingeniería.
“Es una profesión que te garantiza éxito en muchas áreas”, “aprovecha que tu tío tiene una constructora”, “tienes que pensar en ganar dinero y tener una vida tranquila”.


Sinceramente yo nunca tuve dudas de que mi futuro no estaba en las obras de construcción, pero argumentos como esos eran seductores para un joven de 18 años.
En la PUC aprendí sobre derivadas, integrales dobles y triples, ecuaciones diferenciales, mucha física y matemática. En el trabajo consultaba tablas y llamaba diariamente para todas las empresas que ayudan en la construcción de un pequeño edificio: topografía, cálculos, fierro, forma, concreto y por ahí va…
Con el tiempo vi que una secretaria y un mono bien entrenado harían mi trabajo perfectamente, y con mayores ganancias para mi tío, ya que yo no era, ni de lejos, un ejemplo de motivación.
Una década después estaba con varios kilos de sobrepeso, malhumorado y desesperado por cambiar de vida. Sólo recordaba una enciclopedia TIME-LIFE que mi padre compró para mí cuando todavía era muy pequeño. Una enciclopedia dividida de una forma diferente, en vez de artículos, asuntos variados: los animales, los insectos, los desiertos, la tierra, las plantas, el universo, etc.
Leí y releí esos libros decenas de veces, pero lo que más me impresionaba era las imágenes de lugares desconocidos, gente diferente/desconocida, animales salvajes y galaxias distantes. ¡Imágenes! Si todas las palabras fuesen retiradas de aquellas páginas mi encanto permanecería igual. Aun siendo niño ni imaginaba que existía la profesión de fotógrafo, pero sabía que producir imágenes como aquella me darían una gran satisfacción.
Dentro de la obra, con 28 años, sentía que había un abismo entre lo que hacía y lo que me gustaría hacer, pero como explicar para todo el mundo que no quería ser ingeniero?
“Yo te imagino detrás de un escritorio, dirigiendo una multinacional” me dijo una vez mi madre, en el auge de mi confusión vocacional. “Tu hijo sería el hombre más infeliz del mundo” dije intentando que comprendiera.
“Renato, ¿estás viendo aquella silla ahí? preguntó mi tío señalando hacia atrás de la mesa de la oficina…
“Pasé 24 años sentando en ella”….¡Dios Mío! ¡Mi tío es paraplégico!” pensé. Sabía que él jamás entendería, tenía que darle en el lugar donde dolía: “¿Sabes esa empresa por la cual tanto luchaste para mantener en pie? Yo voy a llevarla a la quiebra en menos de un año, no tengo la misma pasión que tú por ella”. Él comprendió rápidamente.
Visitando a mi abuelo Arnaldo, corredor de inmuebles y responsable por el lanzamiento y ventas de un centro comercial en Barra da Tijuca, vi una de las primeras tiendas abiertas por las calles internas, Visual Arts, una escuela de fotografía. Yo cargaba conmigo dos ampliaciones que acababa de hacer en un laboratorio cercano. La escuela estaba en obras y la secretaria (Lía, un personaje) m vio con el sobre y preguntó: “¿no le interesa tomar cursos de fotografía? Mi mujer me acompañaba y comentó que sería una buena terapia, que necesitaba un descanso, de un tiempo para mí. Balbucee un sí y ella me enseñó el interior de la escuela, conversé con uno de los dueños (André, ¡otro personaje!) que me invitó a volver de ahí a dos semanas cuando la escuela estuviera lista. Todos sonreían extrañamente, siempre que comentaba que quería ser fotógrafo, las personas me miraban como si tuviese tres brazos.
Volví, me matriculé y las sonrisas extrañas continuaban, nadie cuestionaba mi cambio de opción, no encontré entre los alumnos nadie fastidiado por no estar haciendo lo que le gustaba, nadie obligado por la familia para seguir la carrera de fotógrado, ningún hijo que deseaba ser médico y el papá lo desmotivaba, diciendo que ya había comprado una Nikon F5, un flash y 3 lentes, todas f/2.8. ¡Era pura pasión!
Yo sé que es posible aprender fotografía solo, con libros y en la base de la prueba y error, pero la ventaja de matricularse en un curso es que el entusiasmo es contagioso.
Lo que debía ser una terapia se transformó en motivación, hice cinco cursos seguidos, en el último de ellos, Fotografía de Naturaleza, conocí un profesor que sería un ejemplo de fotógrafo, además de convertirse en un gran amigo, Fabio Elías.
El estaba terminando de armar una empresa llamada Imagens & Aventuras, cuyo objetivo era enseñar fotografía en viajes a lugares exóticos por el mundo. El primer itinerario ya estaba definido: India y Nepal, con derecho a un trekking de 15 días hasta Gokyo Peak, una montaña nepalesa (5,700m) donde se tiene un excelente punto de observación del Everest. ¡Listo! No había como volver atrás, vendí mi carro, aproveché el cambio favorable y me sumergí en las páginas de la enciclopedia de mi infancia: Las Montañas.
Un mes antes del viaje, mis dos cámaras se malograron, solo quedó una vieja Nikon FM10, sin lente, tuve que comprar una 50 mm f/1.4 en Nepal, que llevo conmigo hasta hoy, un amuleto de 250 dólares y una óptica impecable.
Si necesitaba de un motivo para cambiar de profesión, encontré varios en el viaje. Fabio sabía que yo me quería convertir en profesional y me daba consejos y me cobraba como a uno. Yo escuchaba y fotografiaba como un loco. Pasé días disminuyendo mi angustia conversando con una amiga del viaje, Carla Durante. Conversábamos sobre cómo sería mi vida después de aquel viaje. Hoy, me gustaría encontrarla para tomarnos un café y dar unas buenas carcajadas… ¡Vivir es genial, poder registrar eso es aún mejor!
Después de que volvimos, la escuela organizó una exposición con las fotos y yo ya no trabajaba más como ingeniero, ¡yo era un fotógrafo! Como no había hecho nada antes del viaje, fue difícil para el “fotógrafo” entusiasmado encontrar trabajo, pasé un año sin conseguir ser pagado para dar al menos un click, mi mujer arreglaba las cuentas (intentaba) dando clases de inglés de seis de la mañana hasta las ocho de la noche, hasta que, en el medio de una tarde nublada el teléfono sonó. Era un gerente de la Central Globo de Comunicación. Yo estaba en casa, ya pensando que el ambiente de la obra no era tan malo, cuando ella me dijo que la Red Globo estaba necesitando un fotógrafo que gustase de fotografiar en el medio de la naturaleza, que ella se acordaba de mi nombre de una exposición y que le gustaría conversar conmigo. “Traiga su portafolio”. Yo sabía que a ella no le iba gustar ver fotos de fiestas de cumpleaños de hijos de mis familiares, entonces junté las fotos de la exposición y cogí el primer ómnibus en dirección al Jardín Botánico, “Bueno, ella quiere ver naturaleza, voy a mostrarle naturaleza”.
“Las fotos están ok, vamos a grabar un programa en la Isla de Marajó, ¿tu podrías pasar un mes allá fotografiando para nosotros? Yo te pago...” “Sí, ¿cuándo viajo?”
Me congelé. Había aceptado un trabajo que nunca había hecho antes, en un lugar que no conocía, con gente que nunca me había visto y para la empresa más grande de telecomunicaciones de América Latina, y para empeorar, con un equipo que nunca había utilizado: una nada nostálgica cámara Nikon D1, la primera digital de la marca, incluso tuve la frescura de preguntar si ella tenía el manual de instrucciones!!! No satisfecho, le pedí que me prestara el equipo (con el manual) durante una semana para que la probara!!! Opa, fotógrafo gracioso!
Quedé en pánico desde ese día hasta la fecha de embarque y permanecí así durante los 30 días en la isla. Dividía el cuarto con un productor del programa, Fávio Távora, a quien vivía mostrándole las fotos y preguntando: “¿eso está bien? ¿Tú crees que les va a gustar?” y él: “Calma, Renato, relájate, está bonito, tienes fotos de absolutamente todo y todos!”
Volví con 30,000 fotos editadas, millones de discos ZIP de Iomega de back-up (que guardo hasta ahora, nunca más serán leídos) y una foto mía en la primera página de “O GLOBO” que recibí aún estando en Marajó. No creía aquello… y encima recibí un pago por algo que haría gratis!
El programa era “En el límite 3”, al director le gustó el resultado y me llamó para fotografiar un nuevo tipo de programa, un reality-show llamado “Big Brother Brasil”. Fueron tres meses más de pánico dentro de un corredor oscuro y esa vez con fotos que eran enviadas casi instantáneamente. Vino BBB 2, 3, 4, 5 y desde 2001 mantengo el pánico fotografiando todos los programas de la emisora, algunos con exclusividad como “Mad Maria”, “Hoje é dia de Maria 2”, y “A Pedra do Reino”, otros dividiendo el trabajo con los cuatro fotógrafos de la empresa: Joao Miguel Júnior, Marcio de Souza, Gianne Carvalho (RJ) y José Paulo Cardeal (SP), sin contar los agregados que, de vez en cuando, nos ayudan: Kiko Cabral, Leo Lemos y William Andrade, que más que dar una mano, dan el brazo entero. Están también aquellos que insisten en no escuchar a sus padres y se rinden ante la fascinación de producir imágenes, nuestros practicantes: Fabricio Motta y Rafael França (ese ya se volvió profesional, pero una vez practicante, siempre practicante)
No puedo dejar de mencionar a un fotógrafo que sabe usar como nadie un equipo vital en mi profesión, el cerebro. Además de fotografiar con un excelente buen gusto, me dio uno de esos consejos que se llevan para toda la vida: ¡Grandeza siempre! Sergio Zallis, gracias por ayudarnos a poner la casa en orden, fueron seis meses muy buenos!
Juntos, formamos el equipo de fotografía da CGCOM, la Central Globo de Comunicación, que junto con una legión de asesoras de prensa abnegadas y lindas, ayudan a divulgar textos y fotos de todo lo que es producido en una de las mayores redes de televisión del mundo para todos los diarios, revistas y sites de Brasil y del exterior. Es un trabajo insano, que cobra un precio caro, pero adorable, jamás hubiera podido imaginar que tendría tanta suerte de participar de un equipo tan bueno y cohesionado. De lo alto del Pico Gokyo a 5,700 m de altura, no conseguiría mirar tan lejos.
En seguida que comencé a fotografiar, hice hincapié de entrar en contacto con otros fotógrafos para obtener el máximo de consejos que pudiese, sugerencias para que evitara errores ingenuos y que me ayudaran en el desarrollo de mi carrera. Encontré innumerables puertas cerradas y profesionales que pensaban que solos crecerían más rápido.
Entiendo parte de este raciocinio, pero aprendí que solo, no se llega muy lejos....
Mi intención al crear este blog es un poco más osado: más que escribir sobre la pasión que tengo por las imágenes, quiero que sea un punto de encuentro, un lugar para el intercambio de experiencias. Todavía tengo mucho que aprender para poder considerarme un buen fotógrafo, pero, sin falsa modestia, sé que ya pasé por situaciones que pueden ayudar a alguien sin las facilidades (y dificultades) de los grandes centros urbanos, o que esté pasando por las mismas dudas que sentí tiempo atrás.
En caso desee ver mis fotos en vez de leer lo que escribo, por favor, dé um click aqui.
Espero que las fotos sirvan de inspiración, fueron hechas con pasión.
Sea bienvenido y si llegó hasta aquí, queda la promesa de que no me seré tan prolijo, es que terminé entusiasmado, jaja.
Abrazos y buena suerte.
Renato Rocha Miranda
(quiere saber lo que llevó a todo esto? haga clic aquí)